jueves, 3 de diciembre de 2009

“Hace 2.000 soles”

Cambió el trienio, pero algunas cosas permanecen igual…¡como por ejemplo los cuentos de Mamerto! Aquí les proponemos uno, titulado “Hace 2.000 soles”. Por pragmáticos motivos de extensión, vamos a ofrecer una versión sintetizada, aunque recomendamos vivamente que puedan leer la versión completa (en este link, por ejemplo, la
pueden encontrar: http://www.csviator.es/revista/395/395-pastoral.asp#4 )

Cuentan que una vez un misionero llegó a una tribu de infieles, para anunciarles la Buena Noticia del Evangelio. Dedicó un buen tiempo a conocerlos, a aprender su idioma, sus costumbres y descubrió que aquellos pobres primitivos tenían de Dios una imagen temible: pensaban que Dios era un ser implacable, que se disgustaba por cualquier cosa, y que exigía sacrificios enormes para quedar satisfecho. Su Dios no buscaba para nada la felicidad de sus fieles. Ni qué hablar de la posibilidad de amor.
Así, una noche, junto al fogón, comenzó a relatar los sencillos sucesos de la Encarnación, de la Navidad, las parábolas, llegando finalmente al misterio Pascual, con la pasión, muerte y resurrección del Señor.
Todos (ancianos, hombres, mujeres) escuchaban azorados. Todos sentían una alegría y una libertad desbordante, como un renacer de toda su vida, que se llenaba de paz y de amor. La Buena Noticia era en verdad buena. La bondad de un Dios lleno de amor y de ternura, que luego de darnos a su propio Hijo cuando aún éramos pecadores, ya nada nos puede negar siendo como somos ahora sus hijos queridos. Los infieles estaban llenos de admiración, les parecía imposible tantas cosas lindas juntas.
Cuando el misionero terminó su mensaje se hizo un silencio profundo, hasta que el cacique tomó la palabra, lleno de emoción, y se atrevió a interrogar:
- ¿Cuándo sucedió todo esto tan hermoso que nos venís a contar? ¿Tal vez en la luna llena pasada? O vez hace más tiempo, ¿Varias lunas atrás?
El misionero se dio cuenta de que sus oyentes desconocían totalmente la historia, y no tenían noción de todo el tiempo que había transcurrido desde los procesos vividos por Cristo desde Belén a la Ascensión. Les explicó que hacía mucho tiempo que todo esto había sucedido. Que era imposible contarlo sumando lunas llenas.
Que había que contarlo por soles y primaveras.
Cuando finalmente les logró hacer entender que los acontecimientos hermosos que constituyen la Buena Nueva del Evangelio hacía ya 2000 años que habían sucedido, y que por tanto los árboles más antiguos del monte aún ni siquiera habían nacido cuando todo esto pasó, sintió que sus oyentes cambiaban su sonrisa de agradecimiento por una mueca de rabia. Y fue nuevamente el cacique quien rompió el silencio diciendo:
-¡Desgraciados! Hace dos mil soles que esto ha sucedido ¿y recién ahora nos lo vienen a contar? Esto es señal de que ustedes mismos no le dan importancia, o que nunca nos han querido bien. De lo contrario, hace rato que nos hubieran buscado por todos los medios para venir a decirnos cosas que para nosotros son tan fundamentales.


Miremos nuestra vida. Esa de todos los días, en nuestros ambientes. Además de nuestra casa, mirémonos en nuestros trabajos, en el club, en la facu, en los eventos sociales a los cuales asistimos… Allí seguramente todos saben de qué cuadro somos hinchas.
Todos saben la marca de nuestro auto. Todos conocen si es que tenemos algún hobby en particular. Pero… ¿saben todos, con la misma prontitud y naturalidad, que Cristo es el REY de nuestros corazones?


Sorprende, y duele, ver que muchos cristianos, que como tales debiésemos tener a
Cristo como Rey de nuestras vidas, muchas veces no lo "compartimos" con los demás.
El cacique del cuento lo decía con exactitud… si hay algo que realmente nos inunda el corazón es imposible guardarlo. Si lo guardamos, es que quizás no le damos tanto valor, o por el contrario podría ser que los demás nos resultan indiferentes, como para tener ganas de compartirlo con ellos.

Pidamos a Cristo que siga reinando en nuestras vidas, y que nos ayude a hacer fecundo su Reino en nuestros ambientes.

¡Alabado Sea Jesucristo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario